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Enriqueta esperando... |
Este es el carácter chino mandarín para pronunciar la sílaba QÌ (léase Chi), de cuarto tono. En la cocina, lo traducimos por "vapor"; en la vida "soplo". Es la fuerza que hace transformar el yin al yang y el yang al yin. Es la fuerza que parte del inicio para llegar al fin que nos devuelve al inicio. Es la energía invisible que muta la naturaleza, variándola.
El Qì está en todos los sitios, en la vida, en la muerte, en el Cielo y en la Tierra. Forma parte del Vacío del vacío, la verdad última, aquello que trasciende toda visión y razonamiento. Es gracias al Qì que todo es transitorio y relativo. Es aquello que tiene la gracia de otorgar el destello de la vida.
Este viernes 25 de febrero, por la mañana, me he encontrado con una perrita. A las 8 de la mañana ya estaba "esperando" algo en la plaza del pueblo. He desayunado tranquilo, pensando que alguien estaría en algún sitio de la plaza dónde el perro no puede entrar. La perrita, de hecho, llevaba un collar, y aparentaba estar bien cuidada. A media mañana, he salido a tomar el café con una amiga, y la perrita seguía ahí, impertérrita, paciente, esperando... esperando... esperando... Ha "sentido" que hablábamos de ella y se ha acercado a mí. Nos hemos intercambiado unos mimos y me he ido a trabajar. De repente, oigo un sollozo. Era la perrita, que me esperaba a mí. Enriqueta. tiene cara de llamarse Enriqueta. Porqué las chicas que se llaman Eriqueta son pequeñas, pacientes, vivaces, de ojos llorosos pero brillantes, bien educadas, fieles, buenas compañeras.
Y estaba en la puerta quieta, jadeando a un pleno sol casi de finales de primavera, caliente, caluroso. Pero esperaba, paciente, impertérrita... esperar, esperar, esperar... Finalmente, he cogido la correa de Rosita y la he llevado al veterinario para que le leyeran el chip. !No era de nadie! En el pueblo, nadie la conocía. Finalmente, me la he llevado a casa y Rosita la ha ido a buscar al coche. Después de marcar territorio, Enriqueta ha subido a casa con el permiso de mi escudera Rosita. A las 4 de la tarde la he llevado a casa de un amigo que tiene núcleo zoológico para ponerla en adopción. Su suerte está echada: en menos de 21 días encontrará un hogar de acogida en territorio español, nadie la va a sacrificar.
En un destello de luz, Enriqueta ha visto en mí un soplo de vida. Enseguida ha "comprendido" que yo era su nuevo guía, no me dejaba ni a sol ni a sombra, incluso en el núcleo zoológico de mi amigo, a pesar de la cantidad de perros y de toda la familia, a quien seguía era a mi. Pero ella no ha comprendido que las circunstancias impedían que yo la adoptara. Sus ojitos llorosos se han apagado al ver que no se venía conmigo.
El existir es caprichoso. Bailamos al son de Qì, el soplo que nos da la vida y que nos da la muerte. Es el vapor que se crea en la cocina que de repente desaparece habiéndose transformado. La pequeña historia del día de hoy de Enriqueta es como la pequeña historia de un plato en la cocina. El vapor del fuego transforma los alimentos que abandonan al cocinero para dar vida e ilusión a quién se come el plato. Es un destello de ilusión que sólo quedará, Dios sabe cuánto, en la memoria del cocinero y del comensal.
Seguro que en la memoria de Enriqueta quedará grabada la imagen del "soplo" de hoy, mientras que en mi memoria quedará grabada la imagen de una fidelidad que solo un ser de cuatro patas puede llegar a dar.