Una vez soñamos que éramos extranjeros.
Y vimos, al despertar, que nos amábamos el uno al otro.
(R. Tagore, Pájaros Perdidos, v. 9)
Rosita es una perra. De hecho, es algo más que una perra. Es MI perra. Llegó a mi vida en un caluroso día de mediados de setiembre de 2008. Ella, nerviosa, insegura, vergonzosa, miedosa, no quería venir a mi. La mujer que la había encontrado abandonada no la quería puesto que recogió a ella y a su hermano. Demasiados perros para un piso de ciudad. ¿Cómo se llama?, le pregunté a la señora. NENA. Por Dios, ¡se llamaba NENA! (Enseguida pensé en la cantante punk alemana).
Sólo tenía 2 meses y medio. Comprendí que, viviendo en un pueblo dónde nunca pasa nada y que el tedio del verano nos hace estar vigilantes sobre las vidas ajenas, no era un nombre propicio para una perra que prometía ser…. todavía no lo sabía!
¡Rosita!, le llamé secamente, con seguridad. Ella paró sus movimientos oscilantes inseguros, se plantó con sus cuatro patas para sentir bien el suelo, me miró fijamente como me mira en la foto, y con sus orejas semi levantadas movió la cola. Dos extranjeros acabábamos de encontrarnos. La cogí de la correa, ella estirando porque no quería venirse conmigo, y la subí al coche. Rosita y Manu… ¿qué nos deparaba el futuro? ¿Sillas rotas, ropa mordida, jardín destrozado, agujeros para atrapar topos?
Poco a poco aprendimos a querernos y a respetarnos. Poco a poco superamos sus miedos a relacionarse –la habían maltratado hasta dejarla moribunda-, y poco a poco aprendió a comer –estuvo anoréxica durante nueve meses-. Una de las soluciones que brindó el veterinario fueron los ansiolíticos y antidepresivos. Yo no quería tener a un ser narcotizado, muy a pesar de que para ella, vivir, carecía de cualquier interés.
Yo sabía perfectamente que la vida no tenía ningún aliciente para ella. Rosita se negaba a la vida, incluso lo había somatizado con su conjuntivitis. La infelicidad y la desdicha de su infancia se implantaron en la realidad cotidiana. A pesar de estar juntos casi todo el día, dedicándole la totalidad de mi tiempo libre, no era suficiente para sanar sus heridas.
Al final, me puse a estudiar terapia floral de Bach. Una de mis prácticas fue dirigida a los miedos y temores de Rosita. Funcionó. Dejó de tener pesadillas nocturnas con su enuresis, empezó a sentirse más segura con ella misma y a comportarse como un perro más.
Sin embargo, este año todavía no ha tenido la regla. Según el veterinario, debe de tener alguna malformación o algún tumor en su sistema reproductor. En cualquier caso, lo averiguaremos a finales de 2010.
La verdad es que no me preocupa para nada si hay algo físico en Rosita. Esto es fácil de detectar y de eliminar, si es que realmente hace falta eliminar, claro, puesto que estoy muy en contra de la iatrogénesis que estamos viviendo en el siglo XXI.
Lo que realmente me preocupa es esta negación a la vida. Sé que la paciencia, el amor, la dedicación, son fundamentales en cualquier tipo de relación en el Universo. A la vez, recuerdo lo que el filósofo chino Chuang Tzu dice en su versículo XXII: “Y el verdadero Sabio se sitúa encima de la belleza del Universo y penetra los principios de las cosas creadas. Por esto se dice que el hombre perfecto no hace nada, que el verdadero Sabio no realiza nada, sólo contemplar el Universo.”. Como si fuera un Tao, entiendo que debo de dejar actuar la naturaleza tal cual es.
Supongo que es la obsesión occidental post-moderna que nos “obliga” a dar unos valores a la vida, a guardar y salvaguardar la vida de la misma manera que debemos de acumular riquezas y asegurarlas en caso de robo, incendio, pérdida… Quizás es que queremos tener demasiado control sobre todas las cosas, tanto las creadas como las no creadas. Seguramente es la estupidez humana junto con la sociedad hedonista donde residimos que nos convierte en marionetas de estas bellezas superfluas y que nos convierte en no-sabios. Así pues, a través de la contemplación llegamos a entendernos a nosotros mismos. Y contemplación no signifca ponerse delante de un espejo. Contemplación es la valoración de la vida por ella misma, sin darle ningún significado, sin darle ninguna explicación, sólo dejar fluir todo aquello que se nos ha dado y que llevamos escondido dentro de nosotros.
Ahora Rosita lleva escondido algo en su interior. No quiero darle ningún significado, ningún sentido. Ahí está. Es SU universo. Es la sincronicidad de los hechos: los momentos que vivimos dejan huellas perdurables.
No es gratuito que el oráculo de Delfos rece “conócete a ti mismo”; no es por nada que el mensaje de fondo del I Ching nos recuerde que “si eres sincero tendrás éxito en tu corazón”. ¿Acaso no es la sinceridad con uno mismo lo que le lleva a conocerse a uno mismo?
Amor y Vida. Aquello que todos queremos y anhelamos y que buscamos durante demasiado tiempo hasta perder la vida y desviar el amor.
Amor y Vida están aquí. Incluso si Rosita lleva un secreto escondido dentro de ella.
Y sí, un día ella y yo fuimos extranjeros, pero esta mañana nos hemos despertado sabiendo que nos amamos.
Felicitats princep!
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