sábado, 31 de julio de 2010

MEDITANDO TAO :.:.: 4.-- Sin Origen

IV.—Sin Origen

Baix Fluvià (Girona) - Noviembre 2008
El Dao es vacío,
pero nunca se puede rellenar.
Es un pozo sin fondo,
tan profundo como el origen de todas las cosas.

Redondea los ángulos, deshace nudos, suaviza el resplandor
y devuelve todas las cosas a su sitio.
Dentro de la profundidad
parece existir o ¿no existe?

No sé de quién es hijo;
es la imagen de lo que hubo antes del primer antepasado.



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Éste es el primer texto en que aparece el concepto de vacío en el Tao.  Recordemos que, como se ha dicho anteriormente, la filosofía oriental parte de este estado, el de vacío.  Lao Tsé nos explica que es un vacío que no se puede rellenar como si se tratara del vacío de una jarra.  Es un vacío infinito, y lo compara con la imagen del pozo sin fondo.  Si quisiéramos bajarnos a él, nunca llegaríamos a ningún sitio.  Es por esto que el Tao es tan profundo e infinito que es el origen de todo y, por lo tanto, no podemos llegar al mecanismo que ha “fabricado” todo aquello que conocemos. 

Los ángulos rectos son peligrosos en la vida, nos pueden hacer daño.  Son un extremo de fuerza demasiado elevada con la que el Tao no puede convivir, por eso los redondea, para que su tacto para con nosotros sea suave, deslizante, no peligroso.  El hecho de pulir los ángulos rectos y convertirlos en curvas es un símil a la vida.  La creación, para el Tao, no es  la recta occidental de inicio – medio – final sinó una curvatura, una esfera, un círculo donde el inicio y el fin se dan la mano diluyéndose en uno sus confines.  Es el punto minúsculo que da inicio a todas las cosas.

En la creación, no hay nudos, el Tao los ha deshecho.  Cada objeto tiene su sitio y su sentido.  La creación opta por las cosas fáciles, económicas, sencillas a simple vista.  El resplandor nos puede cegar.  Un haz de luz muy brillante nos puede quemar la retina.  Es por esto que el Tao suaviza el resplandor, porque tiene que conllevar un equilibrio para no dañar el entorno.  No tiene formas, pero es todas las formas. 

Una vez más se nos ofrecen los contrarios en armonía que ya encontrábamos en el primer poema al que el lector puede remitirse: la existencia vs. no-existencia que hay en la profundidad de toda cosa creada.  Todo aquello que existe en la naturaleza, tiene su no-existencia en el cielo y viceversa, en la creación.  Es el nexo de unión entre Tierra y Cielo.  Es donde el viaje de los seres vivientes debe de encaminarse: hacia la profundidad, hacia la unión de existencia con no-existencia.

El Tao es anterior a todo.  El Tao es el todo y la nada.  No podemos designarle una situación, no podemos apuntarlo con el dedo y categorizarlo. No podemos concretizarlo.  El Todo no tiene características para definirse a él mismo.  Si lo pudiéramos identificar y definir, perdemos su esencia, perdemos su “identidad”.

MEDITACIÓN à Para leer el mundo tal cuál es, y explicarlo, necesitamos de las palabras.  El Tao no se puede explicar con palabras, o dibujos, o símbolos.  El Tao es una experiencia.  Y cuando entramos en discursos sobre cómo es el mundo, cómo son las cosas que nos acaecen, entramos en estados de obsesión y, a menudo, sobreinterpretamos la “realidad”.  Nos alejamos, pues, de la experiencia, del Tao.

Desgraciadamente, los humanos, cuando pensamos, lo hacemos en términos de identidad y semejanza.  Primero identificamos un hecho, un problema o una persona y, por un símil con otros hechos que nos han pasado o que nos han contado, caemos en esta semejanza.  Esta semejanza es la que nos aparta nuestra mirada de la esencia de las cosas.  Así, al sobreinterpretar, es cuando caemos en los errores de categorización de bueno o malo, positivo o negativo, etc., y, consecuentemente, a la obsesión (evidentemente, en el mundo científico, hace falta un poco de “obsesión” para ir a buscar indicios, pero aquí no estamos hablando de ciencia, sinó de espiritualidad).  Cuando interpretamos y sobreinterpretamos NUESTRO mundo, lo hacemos con NUESTRAS palabras, siempre limitadas a nuestros conocimientos; a NUESTRA experiencia, siempre limitada por los años que hemos vivido y por lo poco o mucho que nos hayamos movido y relacionado; a NUESTRA inteligencia emocional, limitada por los valores emocionales transmitidos por nuestros padres los primeros años de vida;  a NUESTRO sexo, limitado a varón o hembra; a NUESTRO entorno; a NUESTRO…. Demasiadas limitaciones para ir a buscar la esencia del hecho en sí.

El problema de la sobreinterpretación es que nos puede hacer enfermar.  Si partimos de la idea de que vivimos en una sociedad competitiva en que el “triunfar” es primordial y en que “ser algo” es importantísimo, veremos el mundo desde el podio de ser “el primero” y no tocaremos con los pies en el suelo.  Y esto nos aleja de la esencia.  Ver el mundo a sabiendas que pertenecemos a él y que somos una prolongación más de él, es la manera de ser humildes y entender los ángulos redondeados de la vida, el desenredo de los nudos y la suavidad del resplandor. 

Cuando, por ejemplo, un grupo de montañeros, después de días de sudores, esfuerzos, malos ratos, ilusiones en la mochila y esperanzas en un background patriótico o pseudopatriótico, llegan a la cima del Everest, es ya un tópico decir “Hemos conquerido el Everest”.  Esta es la sobreinterpretación de la experiencia y el hecho de ascender una montaña hasta su cumbre, sean cien metros, sean siete mil.  La esencia del hecho es que “la montaña les ha permitido subir a ella” y, por ello, debemos dar las gracias a la naturaleza de haber puesto un camino asequible para llegar a la cima.  Al fin y al cabo, nosotros mismos somos una prolongación más de esta montaña.  Y este año 2010 que es año Xacobeo, me pregunto cuántos pelegrinos hay en el Camino de Santiago que estén viviendo la esencia de esta marcha o, de manera ficticia, llevar a cabo un objetivo con su sobreinterpretación.

De la misma manera ocurre con los sentimientos.  Si los sobreinterpretamos, podemos caer en la obsesión.  Regalar flores, por ejemplo, a una persona amiga es un acto humano agradable, de amistad, de gratitud, de armonía, de satisfacción, porque sabemos que a la otra persona le gustan las flores y que no es alérgica a ellas, porque puede ser un regalo de cumpleaños, o por el nacimiento de un hijo, o para llevar a un cementerio.  Dependerá del momento en que este ramo de flores tenga un significado u otro.  La sobreinterpretación del hecho sería que cayéramos en el error de que “regalar un ramo de flores” sea sinónimo de amor entendido como pasión, nada más que pasión.  Ahí es cuando caemos en lo enfermizo de dar significados con las palabras a los objetos y hechos que nos rodean.  Ahí hemos perdido todo contacto con la esencia, con lo profundo, aquello que no tiene ni fondo, aquello que es anterior a nuestros antepasados. 

La lástima, sin embargo, es que hoy en día, el hecho de regalar algo a alguien de una manera inesperada, sin ser ningún aniversario o sin haber motivo suficiente de hacerlo –en el sentido tópico establecido por las “leyes” sociales de nuestra cultura-, caemos, inevitablemente, en la sobreinterpretación.  Cuando traducimos este hecho en discursos como “¿será que me ama?”, “¿será que busca algo de mi?”, “¿qué quiere en realidad?”, “¿qué tengo que dar a cambio?”, estamos sobreinterpretando, etiquetando, clasificando y categorizando un hecho tan inocente como regalar algo a alguien, sin más.  En este caso es cuando debemos de entrar en el momento de vacío del Tao.  Si realmente dejamos fluir –y fluir no significa realizar, puesto que actualmente esta palabra se usa mucho como sinónimo de actuar, realizar, hacer-, viviríamos este hecho como cuando estamos mirando una aurora, como cuando estamos caminando por la naturaleza bajo la lluvia en verano mientras sentimos el frescor que cae del cielo y nos refresca la cabeza y los hombros y el calor de la tierra quemada del sol durante todo el día  nos calienta las piernas.  Ahí, cuando nos dejamos seducir y llevar por las sensaciones que nos brinda la naturaleza, es cuando dejamos fluir a todo nuestro ser.  Es cuando nos convertimos en una prolongación real del Todo.  De la misma manera tendríamos que hacer con los sentimientos.  Cuando algo ocurre, sea positivo o negativo –esto ya depende de la mirada de cada uno-, debemos dejar fluir estos sentimientos de manera que no categoricemos y clasifiquemos los hechos para no llegar a la sobreinterpretación y consiguiente obsesión.  Al fin y al cabo, la obsesión cierra los canales de comunicación, nos ensucia, nos anuda, nos convierte en ángulos rectos, en resplandores demasiado violentos.  Cuando dejamos fluir es cuando vamos situando las cosas en su sitio, sin más, sin darles ninguna connotación. Esto es algo semejante al Tao.


“…En cuanto el mecanismo de la analogía se pone en marcha, no hay garantía de que se detenga.  La imagen, el concepto, la verdad, que se descubren bajo el velo de la semejanza se verán a su vez como un signo de otro desplazamiento analógico.  Cada vez que uno crea haber descubierto una semejanza, ésta señalará hacia otra en una progresión interminable.  En un universo dominado por la lógica de la semejanza (y la simpatía cósmica), el intérprete tiene el derecho y el deber de sospechar que lo considerado como significado de un signo es en realidad signo de un significado adicional. … // … Si dos cosas son semejantes, una puede convertirse en signo de la otra y viceversa.” (Eco, Umberto, Interpretación y sobreinterpretación, Oxford University Press, 1997)

viernes, 30 de julio de 2010

ALIMENTANDO NUESTRAS EMOCIONES

Esta nota apareció el día 15 de julio de 2010 en las notas de El Rebost de l'Empordanet.  Lo publico aquí puesto que tiene que ver con algunos de los escritos del Tao que estoy realizando actualmente.  


ALIMENTANDO NUESTRAS EMOCIONES 
La comida de nuestra alma
Un I Ching para una mermelada
©El Rebost de l’Empordanet® y Manu

Mis amigos más próximos conocen bien la ya “casi-obsesión” que tengo para la alimentación. Ya hace unos años que en Occidente se han puesto de “moda” movidas político-intelectuales que se denominan “somos lo que comemos”, “slow food”, “somos lo que sembramos”, etc. Grupos que defienden una gestión más “proporcional” de los alimentos, que subrayan la necesidad de volver a los inicios, que niegan la más evidente globalización planetaria, que buscan, en definitiva, un mundo mejor ya no tanto para nosotros, los del siglo XXI, pero sí que seguramente para los que nos seguirán.

Desde mis múltiples viajes a Oriente, y sobre todo después de haberme curado, hasta hoy (ya han pasado 14 años), de una úlcera gastroduodenal en China con sólo comer de “chiringuitos” en la calle, pienso que la BUENA alimentación es BÁSICA para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo, para la buena armonía de nuestra alma, para la óptima resonancia de nuestra mente. Sólo podemos vivir bien si estos tres se encuentran bien equilibrados, sin tensiones, sin agotamiento, sin animosidad. Esta tríada que nos acompaña durante todos los días de nuestra vida, debe de comportarse de una manera tan acorde como lo hace un triángulo equilátero, como una composición musical, como las múltiples máquinas de Ramon Llull para acercarnos a lo Divino, para alcanzar la Unidad. Si es así, habremos vivido bien, muy bien. 

Por cierto, el médico occidental me diagnosticó que la tendría de por vida –la úlcera- y que cada primavera tendría que medicarme. Cada primavera he celebrado su error y con regocijo dejo a la industria farmacéutica para todos los seguidores de la ciencia y pseudociencia.

Seguramente, será el calor que está haciendo este estío de 2010 que he mutado la playa por sumergirme en libros que tenía dentro de cajas. En una de ellas encontré, ya olvidado y lleno de polvo, el I CHING (o YIJING, como se propone fonéticamente en la actualidad): El libro de los cambios. Para aquellos que no sepan de qué hablo, lo pueden buscar en wikipedia. El Yin y el Yang. 

Ahí estaba la explicación –es que los humanos siempre debemos explicarnos las cosas, claro!- de mi curación en China. Equilibrando la energía de los alimentos, equilibraba la energía de mi cuerpo físico, las vibraciones de mi alma, y calmaba los pensamientos de mi psique. 

Y sí, de manera casi vergonzosa, en casa, casi todos los menús que me preparo los equilibro desde el punto de vista energético, sin contar calorías. O sea, para mí es más importante la vibración energética que el valor energético. Casi como un macrobiótico con el pesar de no poder negar mi raíz montañera y española y que también me gustan los manjares cargados de grasas, transgénicos, edulcorantes y porquerías varias que nos brindan las empresas alimentarias y los sufridores de los fuegos.

Sin embargo, como desarrollador de I+D de El Rebost de l’Empordanet®, pero también como cocinero, chico de los recados, almacenista, etiquetador, cobrador del frac, chico de la compra, visitante de clientes y, uf!, un sinfín de actividades más que me tienen semimuerto, el LEIT MOTIV de esta pequeña empresa artesana ha sido controlar el Yin y el Yang de todos los productos que salen de la pequeña cocina de El Rebost de l’Empordanet®. Resumiendo, siempre he tenido muy en cuenta QUÉ estaba ofreciendo a los que, después de cinco años, ya son “fans” y admiradores y usuarios fieles de las mermeladas. Sigo creyendo en que el alimento es la base de nuestro bienestar.

Y aquí os propongo el estudio de Yijing de una de las mermeladas más vendidas. La Mermelada Extra de Tomate con Albahaca. Esta mermelada se empezó a elaborar en abril de 2007 y hasta junio de 2010 han salido 9.854 tarros de 180 gramos, lo que significa que es una de las más vendidas y más valoradas por los usuarios. Por no decir que es una que me hace sudar más en la cocina. Es una mermelada versátil, refrescante, baja de azúcar… Bueno, muchos de ustedes ya saben de qué les estoy hablando. Los que no, tienen la foto colgada en el facebook y una pequeña explicación de dicha mermelada.

Sólo a título indicativo, el tomate es una fruta-verdura de verano. Verano es una estación Yang. En otro texto, otro día, explicaré a sus señorías, encandiladas en esta lectura, sobre las energías de cada estación. Brevemente, en verano necesitamos alimentos Yin, que nos refrescan y nos retraen, nos calman y nos tranquilizan. 

A partir del estudio realizado de Yijing para dicha mermelada, llego a la conclusión de que es una mermelada Yin, por lo tanto, muy buena para épocas de calor. Sin embargo, si la tomamos en invierno, va muy bien para personas yang –gente estresada, nerviosa, agresiva, que sudan con facilidad..- De todas formas, y como veremos al final, el interior de esta mermelada es una energía neutra Yin-Yang, por lo tanto, apta para cualquier tipo de energía vital. Según, pues, el Yijing, la combinación Yin-Yang nos da el Dao, el camino, la perfección. Pero este texto no quiere ser una clase magistral sobre Dao o sobre Yijing, sino un estudio hexagramático para una mermelada. Y ahí voy:

Un hexagrama está formado por dos trigramas superpuestos, uno encima del otro. Un trigrama es la combinación de tres líneas, yin o yang, dependiendo de las energías. Para el trigrama entrante, el de abajo, utilizo las energías de cocción; mientras que para el trigrama saliente, el de arriba, utilizo las energías de los ingredientes. Por lógica, el cambio, la transformación en la cocina, empieza desde abajo (fuego) a los que se le superpone los ingredientes. El hexagrama resultante para la Mermelada de Tomate con Albahaca es el denominado ZHEN, cuya ilustración es la siguiente:

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Zhen significa RETUMBAR DEL TRUENO. Debemos pensar “trueno” como sinónimo de suscitar, excitar, iniciar a la acción. Como podemos ver, es un hexagrama Yin. Ninguna de sus energías –lineas- está en resonancia con las demás, lo que ya nos da a entender lo que las palabras sinónimas nos brindan.

Pero, este hexagrama para la mermelada de tomate con albahaca, ¿cómo alimenta al alma? Meditemos sobre el trueno y lo que conlleva oírlos y vivirlos. Debemos de pensar que el retumbar del trueno nos asusta y nos paraliza, pero al cabo del tiempo nos reímos de nuestro susto, de nuestro miedo. Además, también sacude a los perezosos que, por suerte, no los toca y los mata, sino que los activa. Este hexagrama es pura energía, incluso demasiada. Así pues, este temor que llevamos dentro conduce a la prosperidad. Todos los viajes más largos se empiezan dando un primer paso. Sin la energía del trueno, somos incapaces de empezar a caminar.

Comer esta mermelada nos ayuda a meditar sobre el hecho de no perder el control y dejar fluir los sentimientos de la misma manera que una cuchara nos transporta toda la esencia del alimento. Así, la mutación de nuestros miedos nos conducirá a la felicidad. 

Es una mermelada que nos da el poder de estudiarnos a nosotros mismos, de evaluarnos, de saber si nuestras actitudes están acordes con nuestros comportamientos. El Dao está en el equilibrio. Ser lo que uno piensa es equilibrio, es Dao. Pensar lo que uno es, es desequilibrio, es caos.

Como he dicho más arriba, al no haber resonancia entre las líneas, hay mucha conmoción. Los regentes del hexagrama son Yin, por lo tanto, esta conmoción es interior y, tal como se ha visto hasta ahora, el trueno nos ayuda a hacer una prospección profunda, inteligente y con sabiduría (por ello es un fruto de verano). 

Este hexagrama no tiene mutaciones, es decir, no evoluciona. Es época para pensar, parar, meditar. Verano, con las vacaciones, es buen momento para disfrutar al aire libre y revisar un poco qué hemos sido y qué hemos vivido estos últimos tiempos. Es el mejor momento del año para volver a conectar con la naturaleza y, en definitiva, con nosotros mismos.

De este hexagrama también se desprende que dicha mermelada es Yin.

Ahora ya sabemos qué nos pasa por dentro y conocemos que el camino está en nuestro interior. Sin embargo, ¿y ahora qué? Puesto que el Yijing no brinda más oportunidades, vamos a ver cómo se desarrolla nuestro viaje interior, qué acciones debemos de emprender, cuáles son las vías del bienestar. Y lo sabemos por el hexagrama nuclear que se encuentra escondido dentro de Zhen y que en este caso nos da JIAN, cuyo hexagrama es el siguiente:

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Jian es la combinación de montaña y agua. En un principio está bien equilibrado de yin y de yang, que es lo que realmente necesitamos para nuestro camino. Sin embargo, Jian significa IMPEDIMENTO. No preocuparse, no significa que sea desastroso o negativo.

Algo se remueve en nuestro interior y buscamos la renovación, el renacer, el cambio. Es favorable que la introspección de que hablábamos antes quede dentro de nosotros. Fijaros bien en la imagen: el agua, que destruye caminos, está encima de la montaña, que debemos subir, pero esta agua en cualquier momento puede coger la fuerza del trueno y llevarnos con ella. En nuestra sociedad occidental, el agua siempre ha representado el mundo de los sentimientos. Así pues, no podemos hacer el esfuerzo de subir una montaña con sentimientos negativos, los tenemos que polarizar. Ahora mismo, no es momento para el cambio, no es buen augurio exteriorizar lo que sentimos. Debemos de dominar el agua, los sentimientos, para empezar a escalar esta montaña. Si somos pacientes, y hemos comprendido nuestro interior, será el momento para acercarnos a la persona a la que tengamos más confianza para que nos guíe en la subida de esta montaña, para sincerarnos, para ser NOSOTROS, reales, genuinos. Empezando desde abajo, las líneas tercera y quinta han mutado, de yin en Zhen a yang en Jian. Las posiciones tercera y quinta son posiciones nobles, son posiciones que deben de ser ocupadas por líneas Yang, y en Jian las ocupan. Por lo tanto, los augurios son propicios. Estas mutaciones de líneas nos vienen a decir que en un futuro muy próximo, cuando las energías se renueven (el paso de yin a yang o vv. – o sea, de invierno a verano o de verano a invierno) y estén equilibradas podremos ser capaces de plasmar nuestros deseos en la realidad. Sin embargo, hay una única condición (que nos las marcan las líneas yin más inferior y la más superior) y es que sólo podremos proyectar nuestras emociones e ilusiones cuando hayamos reconocido nuestra virtud. Será el momento para emprender la marcha y tomar el nuevo rumbo con seguridad, renovados, habiendo cumplido la misión del Dao.

En cualquier caso, en la esfera energética para la alimentación, incluso el hexagrama nuclear de Zhen, o sea, Jian, está equilibrado en Yin y Yang.

Por lo tanto, a modo de resumen: el primer hexagrama totalmente Yin se equilibra con la época de verano que es Yang. El hexagrama nuclear, lo que realmente va a suceder en nuestro interior, Jian, él mismo está equilibrado en Yin y Yang. 

Así pues, es una mermelada apta para cualquier tipología energética de persona, es una mermelada que nos enfriará o nos calentará dependiendo de la temperatura exterior, es una mermelada que casará bien con alimentos Yang como los quesos de cabra y de oveja (los otros quesos son neutros, yin-yang), anchoas, codorniz, pavo, sardinas…, pero también con alimentos Yin como el pollo, algunos pescados, etc.

Espero haberles entretenido y que hayan pasado un buen rato. Espero también que entiendan la labor que están haciendo los alimentos cuando los ingerimos. Alimentarse bien es muy importante. 

Les agradeceré que, de utilizar este escrito, en su totalidad o en parte, citen al autor y respeten el Copyright.

Muchas gracias!


Torroella de Fluvià – Sant Pere Pescador
Día de la República Francesa
Día de San Camilo del año MMX

miércoles, 28 de julio de 2010

MEDITANDO TAO :.:.: 3.-- Apaciguar al Pueblo

III.—Apaciguar al pueblo

Lago Ontario (Canadá) - Invierno 2008
No alabes al sabio, verás que el vulgo no rivalizará con él.
No valores las cosas difíciles de obtener, verás que nadie se entregará a la codicia.
No mires lo que provoca tu deseo, verás que tu mente no padecerá confusión.

Por eso, cuando el sabio gobierna, vacía la mente de los hombres y llena sus vientres.
Debilita su ambición y fortalece sus huesos.

El pueblo queda limpio: no conoce lo que es malo ni desea lo que es bueno.
Así se impide el triunfo del astuto.
El sabio gobierna sin acción; luego, nada queda sin gobierno.

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Se vuelven a recoger muchas ideas que ya se nos transmitieron en el capítulo anterior.  Básicamente, lo que nos está transmitiendo Lao Tse es que debemos dejar las pasiones que nos entorpecen y no nos dejan seguir el curso de la mutación.  En este sentido, y siguiendo las filosofías místicas orientales, debemos de llegar al vacío, despojarnos de todo para llegar al Tao. 

Muy al contrario es lo que suele suceder con las filosofías místicas occidentales, que nos encaminan para que quedemos “llenos”, para que nos dejemos bañar por un ser superior.  Recordemos a dos poetas del Renacimiento español, por ejemplo, a Santa Teresa de Jesús (1515-1582) con su famoso villancico Vivo sin vivir en mí; y San Juan de la Cruz (1542-1591) con sus Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual., más varios autores del siglo XVI.  También, para los católicos practicantes, el ritual del pan y del vino en la celebración de la eucaristía es un buen ejemplo de “sentirnos llenos”.

Lao Tse se fundamentó con la humildad y optó por alejarse de todo aquello que era artificial, falso y superficial.  Dicen las leyendas que, un día, Lao Tse y Confucio se encontraron (ambos seguidores del Dao), pero Lao Tse reprochó a Confucio sus alabanzas a los héroes civiles del pasado venerados por éste último, e intentó convencerle de que sus esfuerzos eran inútiles.  Siguiendo la leyenda, Lao Tse vivió la desintegración del sistema feudal de la dinastía Zhou (1045 – 256 aC) lo cual le llevó a emigrar de su país y, según cuentan, irse para la actual India.

No podemos dedicarle tiempo a cosas o hechos que no nos llevan a ninguna parte.  Es absurdo alabar al que es sabio –el que contiene el Tao-.  No llegamos a él a través de la palabra, o de la alabanza, o del canto.  Llegamos a él a través de nuestra vida interior.  El vulgo, la gente mundana, nosotros mismos, no podemos rivalizar con algo que no es visible con los ojos, que no es tocable con el tacto, que no tiene gusto, olor, color, forma y aspecto.  Es paradojal anhelar algo que no se puede nombrar.  Es engañoso anhelar algo que no conocemos.  Alabar a quien contiene el Tao es una pérdida de tiempo.  Por más que alabemos, envidiemos o anhelemos llegar al Tao, no lo podremos conseguir a través de la pasión, ni a través de las palabras. 

No podemos perder el tiempo con las cosas difíciles.  A nadie le interesa.  Como ya se comentó en el capítulo anterior, lo fácil se contagia; lo difícil, muere, a nadie le interesa.

Tenemos que cerrar los ojos a todo aquello que active nuestra mente y nos provoque deseo.  En este sentido, la mente es el receptáculo del conocimiento teórico.  Tener mucha sabiduría teórica es absurdo, no sirve para nada.  El único conocimiento que nos es beneficioso es el práctico, es aquél que proviene de nuestra experiencia.  Es ella, la experiencia, que nos ha hecho tal como somos ahora y es la fuente, la experiencia, de dónde podemos sorber las claves de nuestro bienestar aquí y ahora.  En este sentido, lo comparo con las leyes de la física, a menudo absurdas y casi siempre sin sentido.  Y pongo un ejemplo.  ¿De qué nos sirve la ley de la fuerza de gravedad?  ¿Dejarán, por ella, de caer objetos de arriba abajo y empezarán a levitar?  No.  Luego, en este caso, la ley de la gravedad, ¿para qué sirve?  Es sólo información que nos puede brindar una vida más “sencilla”, más “cómoda”.  Sin embargo, en ningún momento ni arregla ni cambia absolutamente nada, está ahí y punto.  De hecho, como si no estuviera, da igual.  Los objetos continuarán cayendo de arriba abajo, y valga la redundancia.  En cambio, tener la experiencia de la fuerza de gravedad, a pesar de si hay o no hay ley alguna que le dé soporte, esto sí es importante.  Sin tener la ley interiorizada, sabemos que si soltamos un vaso de vidrio y se cae al suelo, lo más probable es que se rompa.  En cambio, si este vaso lo ponemos encima de una mesa, con cuidado, y lo soltamos una vez su base ha tomado contacto con la superficie de la mesa, lo más probable es que no se vaya a romper.

Es por esto que el Tao no es ninguna teoría o ley.  Es por esto que el sabio vacía la mente de las personas.  La mente se asocia con el Cielo y, éste, como se dijo en el primer capítulo, es el que contiene la fuerza, la energía creadora.  Y es por esto que el sabio llena el estómago de las personas. El estómago pertenece a la Tierra, a todo aquello que es receptivo.  De esta manera, dejando de lado las teorías, las palabras, las imágenes, podremos debilitar y anular nuestras ansias, anhelos y ambiciones, para llenar nuestro cuerpo y nuestro sustento –huesos- de experiencia vital que es Tao.  Las palabras, y todo aquello que se relaciona con el discurrir, es nocivo para llegar al Tao.  Hablar, y sobre todo si es un discurso “disco rayado”, no sirve para nada.  Pensar, sobre todo si son pensamientos negativos, flageladores, colgados en un tiempo que no es el presente, es una pérdida de tiempo.

Cuando el pueblo ha comido, queda limpio de ansias.  Ya no reconoce qué es bueno y qué es malo porque como extremos unidos por el mismo hilo harmónico, todo puede llegar a ser nada y la nada puede llegar a ser todo, de la misma manera que lo Yin puede ser Yang y, a la vez, cada uno de ellos contiene a su otro extremo.  Olvidarnos que “bien-mal” existen, así como todo aquello que nos han hecho creer, es reconocernos como integrantes de la naturaleza, del universo.  El cachorro de perro, cuando la madre le deja emanciparse a los tres meses, sabe qué tiene que hacer.  La esencia del perro, libre de teorías intelectuales, libre de “inputs” sociales, aflora a medida que el tiempo va pasando.  Su esencia lo contiene, el perro lo deja fluir.   Sin más.  Él sabe, sin saber, lo que es bueno, lo que es malo.

La astucia, las ambiciones, las pasiones no pueden triunfar.  Reconocernos a nosotros mismos como seres únicos, como seres que podemos contener el Tao, hará que podamos ser los gobernantes de nuestras propias vidas.  Es así como el sabio gobierna sin acción; luego, nada queda sin gobierno.

En este capítulo del Tao, Lao Tse nos envía al siglo XVIII con Jean-Jacques Rousseau, a la vez que ambos nos recuerdan la mitología grecorromana.  Los dos filósofos nos remiten a estar en paz con la naturaleza, volver a tener comunión con la Madre Tierra.  Partimos de la base, con ellos, de que el hombre es “bueno por naturaleza” y, por lo tanto, debemos de volver a nuestras raíces, a nuestro nacimiento de la humanidad.  Y de ahí que podamos hablar también de mitología grecorromana, más en concreto de las Metamorfosis de Ovidio Nasón, dónde la comunión con la naturaleza y el volver a ella se nos recuerda constantemente. En definitiva, debemos de volver al paraíso, al mito de Robinson Crusoe.  Y esto sólo lo podemos hacer si, como hombres “civilizados”, nos desnudamos de todos los elementos artificiales y sobrenaturales –o sea, lo que tenemos en exceso, lo que no nos es “natural”-, para descubrirnos a nosotros mismos como animales humanos tal como nos vio un día, no tan lejano, la propia Madre Tierra.  Debemos volver a ser el cachorro de perro que se emancipa de su madre.  En este caso, el cachorro humano.

MEDITACIÓN à ¿Cuántas son las cosas que nos rodean y que nos sobran?  ¿Cuántas son las palabras verbalizadas en un solo día que no comunican absolutamente nada?  En nuestra sociedad hiperconsumista donde el hedonismo y el culto a la imagen, al cuerpo, a la belleza superflua y al tener en exceso están situadas en el vértice superior de nuestra pirámide de valores es fácil sentir una plenitud negativa.  Lo que llamo “plenitud negativa” es lo que nos lleva al vacío existencial, que en ningún momento debemos de confundir con el vacío del Tao.  Es un vacío que nos lleva a querer más y más, a sentirnos insaciables, a no poder llegar a todo porque DEBEMOS llegar a todo, y si no llegamos a este todo que nos hemos marcado como objetivo, nos frustramos.  Una sociedad que nos narcotiza con píldoras multicolores en forma de casas, créditos bancarios, coches de lujo, viajes rápidos y exóticos, nos convierten en enfermos de velocidad, analfabetos emocionales y, finalmente, con unas estructuras de valores que cuelgan en la cuerda floja.  Por ello, cada vez más gente es intolerante a la frustración.  Y sentirse frustrado conlleva la depresión y otros desequilibrios mentales y emocionales.  Si seguimos los mandatos de los gobernantes, hoy en día disfrazados de políticos que desconocen qué realidad hay, ensimismados en quién consigue contradecir más al otro, si hacemos caso de programas de televisión totalmente paranoicos y vacíos de formas como los reality show o hacemos más caso a la vida del vecino o del señor que, por casualidad, pasa por la calle delante de nosotros, cada vez estaremos más enfermos.

Si seguimos el Tao, no debemos marcarnos ningún objetivo.  Desde el punto de vista del Tao, marcarse un objetivo es cerrar las puertas a las energías cósmicas de la mutación y, consecuentemente, al dejar fluir.  Al fin y al cabo, un objetivo es, una vez más, un espejismo de nuestra sociedad consumista.  Es una palabra que designa algo que, ahora mismo, no es alcanzable.  Es otra píldora multicolor para narcotizarnos del aquí y del ahora y escaparnos a toda velocidad hacia un futuro totalmente irreal, irracional, incoherente con nuestro YO interior.  Para llegar al Tao es fácil mirarnos en el espejo y admirarnos a nosotros mismos y estar contentos por lo que hemos llegado a conseguir con lo que llevamos vivido, a sentirnos vivos porque nos ha salido nuestra primera “pata de gallo” en los ojos, porque nosotros podemos ver esta imagen en el espejo mientras mucha gente con quien estudiamos en el pasado, sea en el colegio, en el instituto o en la universidad, ya no lo pueden ver porque ya se fueron, ya mutaron.  Planificar el futuro a largo plazo, y muchas veces a corto plazo, nos es engañoso.  Debemos de recordar que cada uno de nosotros está sujeto a las fuerzas del Universo, que todos morimos y que las cosas “malas” no sólo suceden a los otros, sinó que a nosotros también nos ocurren.  Mirarnos al espejo y decir: “¡Qué bien, mi primera cana!” es empezar a caminar para alcanzar el Tao.  Abrir el cajón de la consola del comedor y vaciarlo de objetos inútiles porque ya están obsoletos o pertenecen a una persona que ya no somos, este es el primer paso hacia el Tao.  Los pequeños cambios del día a día y mirar las cosas desde un lado positivo nos ayudan a ser mejores para con nosotros.  Nos ayudan a andar nuestros primeros pasos hacia el Tao.

“Todos vosotros
sois perfectos tal como sois.
Y a todos os vendría bien
mejorar un poco.”

SUZUKI ROSHI, Fundador del San Francisco Zen Center

sábado, 24 de julio de 2010

MEDITANDO TAO :.:.: 2.-- Asimilación

38 aforismos para sentirnos mejor

II.-- Asimilación

RUINAS DE AMPURIAS
Cuando conocemos que lo bellos es bello, también conocemos la fealdad que existe en el mundo.
Cuando conocemos que el bien es el bien, entonces conocemos el mal que existe en el mundo.

De este modo, la existencia sugiere la no existencia.
Lo fácil promueve lo difícil.
Lo más corto surge de lo largo por simple comparación.
Lo alto y lo bajo se diferencian por el lugar que ocupan.
La voz y el tono se armonizan uno a otro.
"Después” sigue el recorrido de “antes”.


Por esto el hombre sabio actúa sin acción y enseña callando.
No se queda en la obra cumplida.

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Asimilación es el título del Tao de hoy. Aquí, asimilación significa “apropiarnos”, que dichas enseñanzas formen parte de nosotros, de nuestra vida y nuestra naturaleza como hombres. Debemos dejar engullirnos por el Tao y digerirlo, para practicarlo y ser, nosotros mismos, contenedores del Tao.

A los ojos de los occidentales, este pasaje es muy sencillo: son un conjunto de pares que están en la misma categoría: bello-feo; bien-mal; fácil-difícil; corto-largo; alto-bajo; etc. Además, los dos últimos versos, cierran el capítulo con la moraleja que podríamos trasladar a nuestra cultura como “A Dios rogando, con el mazo dando”, o sea, que es más el actuar que el hablar.

Sin embargo, debemos de ir un poco más allá para que el Tao nos remueva por dentro y haga sus efectos en nuestra mente y espíritu. Nos tenemos que renovar.

Recordemos que llegamos al Tao a través del camino que a la vez es movimiento y mutación. Para sentirnos bien para con nosotros mismos y los que nos rodean, debemos cambiar algunos “input” que nos preocupan y que nos mantienen en desequilibrio constante, que nos mantienen en la cuerda floja en el caos.

Para poder cambiar algo que no nos gusta debemos de tener un punto de referencia para poder comparar y provocar la mutación e iniciar el camino. Este punto de referencia dará las coordenadas para enmarcar nuestro nuevo camino, nuestra nueva vida. Así, debemos de escoger cuál es este punto de referencia con el que mejor nos reflejamos para poder coincidir con el punto de referencia cósmico universal. Aquí, este punto, es un punto de inacción, es un punto de no-cambio, es un punto no-mutante. A partir de él empezaremos a hacer todos los cambios, mutaciones y acciones necesarias. Vale la pena recordar el valor del “punto” que se habló en el capítulo anterior.

Para lo que a los ojos de un occidental del siglo XXI el grupo de pares que aparecen en este pasaje son contrarios, a los ojos del Tao son complementarios. Sin uno de ellos no podemos entender el otro. Así, fácil queda atado a difícil por una relación unitaria que los equilibra, como verano a invierno o luz a oscuridad. Esto forma el cosmos, y no el caos. El Cosmos es orden; el caos es el no-cosmos. Además, para pasar de un estadio a otro, debe de haber un cambio progresivo: primavera-otoño; aurora-crepúsculo.

Los pares descritos en este pasaje no aparecen ahí por azar. Están muy bien escogidos. Se nos recuerda de nuevo la unión entre “existencia” y “no existencia”, que ya se comentó en el escrito anterior “El principio”. Para los siguientes pares, la explicación es la siguiente:

FÁCIL-DIFÍCIL: Las cosas fáciles promueven todos los cambios. Lo que es fácil, es fácil de reconocer, es fácil de observar. Así, a través de lo fácil podemos comprender. La facilidad tiene un gran poder sugestivo. Un pensamiento claro, es fácil. Este pensamiento atrae a la gente, une a las personas, lo que lleva al amor, al buen entendimiento. Liberamos nuestra energía interior de forma armónica, coherente, entendedora. De esta manera, estamos creando algo nuevo a partir de la facilidad. Esta explicación se puede trasladar, también, a las acciones. O sea, lo que es fácil de hacer, es fácil de imitar. Las cosas difíciles, en cambio, conllevan todo lo contrario de lo que se ha descrito: odio, guerras, luchas, disonancias, soledad, disolución…

CORTO-LARGO: Personalmente, entiendo corto como la línea Yin (-- --) y largo como la línea Yang (------) del I Ching. Corto y largo están en la misma línea de cohesión puesto que están en constante mutación. Un Yin viejo se torna Yang joven y viceversa. En general, para la filosofía del Tao, algo corto es mucho más mutable y, por lo tanto, positivo en la vida que algo largo. Si entendemos “largo” como algo duradero, permanente e inmutable, se vuelve engañoso a los ojos del hombre. Después de una acción debe de venir otra acción, no nos podemos alargar en el tiempo. Si nos alargamos demasiado, si creemos que estamos en una posición “largo”, o sea, que lo que tenemos es permanente, caemos en el desequilibrio interior. Todo tiene un fin, y un principio. Y su mutación que los une.

ALTO-BAJO: Se nos está describiendo las posiciones del Cielo y de la Tierra. Lo que pasa en el Cielo –léase Cosmos-, es lo que se configura en la Tierra –léase hombre-. Nuestras acciones son las acciones del Cosmos. Hay que hacer en la Tierra lo que se haría en el Cielo. Para que la creatividad –alto, cielo- tenga efecto, debe de haber un receptor –bajo, tierra- para captar lo que hay más arriba. El camino del Tao nos debe de llevar a lo alto, lo noble, a la sabiduría.

VOZ-TONO: La voz es lo que emana el cuerpo, el tono es la emanación de nuestro corazón, de nuestra alma. Una voz y un tono bien equilibrados nos llevarán a evidenciar acciones que entran en mutación. Aquí estos dos sustantivos nos dibujan dos estadios: el físico y el espiritual. Dos personas muy distantes geográficamente pueden tener largas conversaciones a través del corazón. Dos personas muy próximas geográficamente pueden permanecer en silencio eterno.

DESPUÉS-ANTES: Debemos de entender que las acciones emprendidas “antes” son las que obtendremos su resultado “después”. Conocer bien el pasado es conocer bien el futuro. Después del trueno, viene la lluvia, que regará los campos y con la salida del sol hará germinar las semillas plantadas. El árbol, es el después de la semilla. La semilla, es el antes del árbol. Aquí hay que entender que una semilla encierra un futuro, de la misma manera que un árbol encierra un pasado. Lo que hacemos ahora, en este preciso momento, tiene repercusiones más tarde.

Cuando el Tao habla del hombre sabio se refiere a aquél que ya contiene en su interior el Tao. Por decirlo de otra manera, es aquél que encierra en sí mismo toda la sabiduría cósmica. Así, el sabio actúa sin acción porque no siempre es propicio actuar. Debemos de escoger bien el momento para ponernos a actuar. Antes, habremos tenido que escoger el punto de referencia por el que queremos empezar a actuar. El sabio enseña callando porque no habla desde su cuerpo, desde la Tierra. El sabio habla desde el Cielo, desde el corazón y el espíritu. El sabio tampoco se queda con la obra cumplida porque, sea bella o fea, buena o mala, esto le conlleva a permanecer en un estado fijo, inamovible y, por lo tanto, engañoso. La manera de actuar del sabio es la fácil, la que todos podemos emular rápidamente, con cohesión y harmonía.

MEDITACIÓN  Para buscar el bienestar interior no hace falta hacer grandes recorridos y grandes hazañas. En lo simple y sencillo está el secreto. Buscar nuestro punto de referencia es importantísimo. Sin embargo, este punto de referencia debe de ser asequible para cada uno de nosotros. Debemos de reconocer cuáles son nuestras limitaciones y vivir y actuar de acuerdo con ellas. Una manera exitosa de entender este capítulo es ver, al despertarnos y mirar por la ventana, todos los cambios que ha sufrido el paisaje las últimas 24 horas: una flor que ha nacido, hojas que han caído, la escarcha que cubre el campo, el viento que mueve la vegetación… Darnos cuenta de que los cambios más grandes se han realizado en silencio. Alegrarnos de estas pequeñas cosas de cada día nos hace tener una vida más sencilla y acorde con el Cosmos. Ser conscientes de que el cambio es necesario para continuar nos permite vivir con más paz y tranquilidad con nuestro entorno. Esto nos ayuda a conseguir nuestro Tao particular, ser genuinos, ser Uno.

“ Nada es eterno, salvo el cambio” Heráclito de Efeso (483 aC)

jueves, 22 de julio de 2010

MEDITANDO TAO :.:.: 1.-- El Principio


38 aforismos para sentirnos mejor

1.—El Principio

El Tao que puede nombrarse no es el Tao eterno.
El nombre que puede nombrarse no es el nombre inmutable.

La no existencia es el principio del cielo y de la tierra.
La existencia es la madre de todo lo que hay.

Desde la eterna no existencia contemplamos en calma el misterioso principio del Universo.
Desde la eterna existencia vemos con claridad las distinciones superficiales.

No existencia y existencia son uno y lo mismo en su origen;
Sólo se separan cuando se manifiestan.
Esta unidad se denomina profundidad.
La infinita profundidad es la fuente de donde se origina todo lo que hay en el Universo.

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Los dos primeros versos el Tao recuerdan la ley de la inmutabilidad. Para el I Ching y sus filosofías derivadas, el Tao –pensamiento espiritual- y el Tai ‘Chi –pensamiento corporal-, lo único que es inmutable es lo mutable. Por lo tanto, la mutabilidad, el cambio, el progreso, el avance, son continuos, no se detienen. Lo que es cambiante no se puede cambiar.

Debemos darnos cuenta de que todo lo creado, y lo no creado, se encuentran bajo los auspicios de dicha ley. Todo cambia, dentro de un círculo, de una montaña rusa, pero SIEMPRE está cambiando. Y nosotros también estamos dentro de este círculo del cambio.

Por contra, no podemos nombrar al Tao como si fuera un árbol, como si fuera una persona querida, como si fuera nuestra mascota. El Tao, en sí, no es una cosa, un ser, no es algo palpable que podamos tocar, ver, oler, oír. Es la sabiduría del Universo en cualquier ente creado. El Tao eterno no puede nombrarse. Forma parte de nosotros mismos, en nuestro interior. Forma parte de la naturaleza. Forma parte de la creación. Está en todo el Universo. Es, por así decirlo, nuestra esencia. En otro contexto y en otro tiempo, es la misma tesis que propuso el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (1889 – 1951) en su Tractatus Logico-Philosophicus “7.—De lo que no se puede hablar, hay que guardar silencio”. El Tao existe, sin más. Y puesto que no podemos hablar de él, tampoco podemos dudar de su existencia.

El cielo y la tierra son una de muchas de las palabras designadas por el Yin y el Yang. El cielo es el Yang, la zona soleada de la montaña, el Padre, la fuerza, la creatividad. La tierra es el Yin, la zona oscura de la montaña, la Madre, la abnegación, lo receptivo. Las virtudes de fuerza y abnegación sólo pueden darse en el principio de todo, cuando nada existía. También la filosofía cristiana explica lo mismo en el Génesis. Partimos de la nada. Con la “nada” podemos crear. No podemos partir de lo creado para crear. Una vez están creados el cielo y la tierra es cuando podemos decir que la existencia es la madre de todo lo que hay. A la vez, todo lo que hay forma parte del cielo y de la tierra, del Yin y del Yang, del universo.

El tercer pareado nos habla de desnudarnos. Y para un occidental mediterráneo, desnudarse es muy pudoroso. Como occidentales leyendo y meditando el Tao debemos despojarnos de cualquier visión que nos han enseñado hasta ahora. Tenemos que dejar de lado nuestra mirada crítica occidentalista y entrar en la visión oriental, en la visión del Tao. Y este mirar se basa en el vacío. Una vez más, en otro contexto y en otra época, debemos de recordar a Magritte y su famoso cuadro “Ceci n’est pas une pipe” (esto no es una pipa) escrito debajo del dibujo de una pipa. Seguro que la primera vez que lo vemos quedamos perplejos, boquiabiertos. Y es que los sustantivos son casuales. Las palabras vienen del azar. El mundo real que vemos cada día es sólo una imagen de nuestro propio mundo que no describen una verdad y una realidad objetivas y universales, sino NUESTRA realidad y NUESTRA verdad. Nada más. Cuando escuchamos hablar a alguien, escuchamos su mundo que en ningún momento tiene por qué ser nuestro mundo. Pueden ser mundos paralelos, pero nunca los mismos. De esta manera, cuando oímos hablar a alguien sobre su mundo, sólo recibimos las imágenes de todo aquello que es superficial, porque estamos hablando de existencia, de lo que ya está creado y no podemos ir a su génesis, no podemos profundizar. Desde el silencio y el respeto, vamos más allá. Es cuando podemos adentrarnos en nosotros mismos, cuando estamos en introspección cuando podemos proyectarnos a los otros desde el Tao, desde la sabiduría, desde la inacción y la calma.

Los cuatro últimos versos nos hablan de unidad, del número Uno que a la vez es dos: no existencia y existencia. Y, si seguimos el corriente de pensamiento aristotélico, podemos llegar al tres, que para los occidentales es muy significativo: Dios es Uno en Tres. Para todas las culturas del mundo, y para nosotros siguiendo las enseñanzas pitagóricas, el Uno es el generador de todos los números, aunque los pitagóricos no lo consideraban un número sinó que caracterizaba la razón. Geométricamente, el Uno se representa con el punto, que en sí mismo representa el generador de todas las dimensiones. Cuando empezamos a escribir o a dibujar, siempre empezamos desde un punto. El ser humano como imagen del Universo, contiene este uno que es tres. El ser humano es el punto de inicio de toda acción.

Desde el punto de vista del Tao, somos existencia y no existencia que nos conducen a la profundidad. A la vez –último verso- al ser una profundidad que no se termina jamás, volvemos a la nada, al estadio preliminar de la creación del Cielo y de la Tierra. Somos uno en tres: materia, espíritu e intelecto. Cuando esta trinidad se separa y uno de ellos no sintoniza con el resto del grupo, caemos en el conflicto personal. Nos apartamos de la naturaleza, nos apartamos del Tao.

MEDITACIÓN:. Sólo reconocemos el silencio cuando los pájaros han dejado de piar. Llegar a ser uno en plenitud comporta unir nuestro cuerpo con nuestra mente, así equilibramos nuestro espíritu. Ser verdadero con uno mismo es reducirse al punto que nos llevará al origen de la nada para poder crear. El mayor pecado que puede hacer el hombre es ir en contra de sí mismo. Luego nos llega el castigo y podemos vivir nuestro propio apocalipsis. El Tao, el camino, se encuentra en el equilibrio, en el silencio, en la inacción.

“… En un momento dado fui seducido por sus tierras vírgenes y por sus gentes simples y primitivas. Volví, y volveré a hacerlo. Para crear algo nuevo es necesario volver a las fuentes, a la infancia de la humanidad…” (Paul Gauguin, entrevista publicada en el Écho de Paris, en Mayo de 1895)

miércoles, 21 de julio de 2010

Un libro inesperado - un libro de la nada

Todavía estoy chocado.  Hace cosa de unos quince minutos ha venido la cartera del pueblo a traerme el correo.  Esto ya es una gran ilusión puesto que dónde vivo, y con el calor que cae, sólo pasa una vez por semana, a lo más estirar, cada quince días.  Y hoy ha sido especial.  SÓLO UN SOBRE, un sobre mediano, escrito a mano, con mi nombre, mi apellido y la dirección de dónde trabajo.  El matasellos, ilegible, medio borrado, sólo se puede leer bien: FRANQUEO PAGADO EN OFICINA, Correos, 15 JUL 2010.  Ningún remitente se hace cargo del envío.  Aparentemente, nadie es responsable de la felicidad que me ha dado.

Y el libro me ha emocionado, y no tan sólo por su título: EL PARAÍSO INTERIOR, de Jordi Nadal, sinó porque todavía tengo la p*** manía de abrir el libro al azar y me leo las dos primeras líneas, como si de un oráculo se tratara:

Todo, absolutamente todo,
estaba a la espera de la nada.


Y sí, no estaba esperando absolutamente nada.  Y este aforismo que azarosamente se ha abierto ante mis ojos me ha resonado en el interior.  ¡Cuánta verdad!  Cuando nada esperamos, es cuando más recibimos.

Muchas gracias a la persona, entidad, ente... Haya sido quien haya sido, hoy es el día más feliz de lo que llevo de año.  Muchas gracias a la NADA por llenarme tanto!

lunes, 19 de julio de 2010

EL "NABUCCO" INTERIOR :.:.: 1.-- Las traiciones

Misera!  Oh come più bella
or fulgi agli occhi miei
d’allora che in Babilonia
ambasciator di Giuda io venni!
Me traevi dalla prigion
con tuo grave periglio,
nè ti commosse l’invido
e crudel vigilar di tua suora,
che me d’amor furente perseguitò!
(G. Verdi, Nabucco, Parte I “Jerusalén”)

Estos son los versos de Ismael a su querida Fenena cuando están sitiados en el templo de Salomón, en el primer acto de la obra de G. Verdi Nabucco.

En esta obra, Verdi se basa con  el profeta Jeremías (Jr.) para dar entrada a los 4 actos de que consta el drama.  De esta manera, ya desde el primer acto titulado Jerusalén sabemos por Jr. 32, 8 que el rey de Babilonia, Nabucodonosor, va a tomar la ciudad y la va a quemar.  Pero los judíos, levitas y vírgenes están en el templo de Salomón.  Zacarías trae retenida a Fenena, hija de Nabuco.  Zacarías manda a Ismael la custodia de Fenena.  Sin embargo, entre ironía y drama, cuando se quedan solos, descubrimos que se repiten las promesas de amor que un día pactaron en Babilonia.  Ismael fue embajador en la tierra de Fenena.  Cuando le encarcelaron, Fenena le ayudó a recuperar su libertad.  Y como es de esperar, ahora le toca a Ismael liberar a Fenena. 

De repente, son interrumpidos por Abigail, la primogénita de Nabucodonosor disfrazada de esclava seguida de babilonios disfrazados de judíos.  Abigail también está enamorada de Ismael y le ofrece salvar a los judíos a cambio de su amor.  Ismael la rechaza. Los judíos, aterrorizados, se esconden en el templo perseguidos por el rey Nabucodonosor y sus soldados.  Cuando se encuentran Zacarías y el Rey cara a cara, dentro del templo, Zacarías amenaza con matar a Fenena si el Rey profana el templo.  Nabucodonosor duda por un momento, pero arrebatado por la cólera, obliga a los judíos vencidos a que se prostren delante de él.  Como respuesta, Zacarías levanta su puñal sobre Fenena, pero Ismael se lo arranca de las manos.  Nabucodonosor ordena que el templo sea destruido y Abigail jura exterminar la raza judía.  Zacarías, por su parte, clama a la intervención divina para que caiga una maldición sobre Ismael por haber traicionado a su pueblo.

Un triángulo amoroso pone en peligro de extinción de toda una cultura, de toda una nación amén de grandes destrucciones, guerras, odios, exterminio, hambruna… Situaciones que, habiendo pasado más de 2500 años de la destrucción del templo de Salomón, todavía las tenemos en el siglo XXI.  Cada día lo podemos ver por la televisión, leer en los periódicos.  El odio humano no tiene tiempo, es eterno.  Como todas las pasiones, nos destruye de manera fulminante.  Y la traición es, a menudo, fuente del odio, causa de la destrucción.

Sin embargo, ni las televisiones ni los periódicos nos hablan del exterminio interior, de la traición interior que sucede diariamente.  El amor hacia uno mismo, lo que hoy llamamos autoestima, es lo que mantiene el templo de Salomón (nuestro espíritu) en pie.  Los dos personajes principales de la primera parte de la historia de Nabucodonosor,  Zacarías e Ismael, lo tienen claro.  Zacarías debe amar a su Dios Jehová quien, a la vez, debe salvar al pueblo judío.  Ismael ama ciegamente a Fenena, y su amor incondicional llevará a su pueblo a la destrucción.  Zacarías lo vive como un problema muy grave: la traición.  Los dos aman, en direcciones opuestas: uno al cielo, a lo Divino; otro a la tierra, a lo material, pero que a la vez es Divino por el mero hecho de no romper una promesa.  Zacarías e Ismael, a sus maneras, se acercan a lo Divino. 

El problema más grave, el enfermizo, el que no tiene ninguna conexión con Dios, con el Cosmos, es Abigail.  El deshonor de no ser correspondida por Ismael lo vive como una intolerancia al fracaso.  Y esta intolerancia la conducirá al secuestro emocional plasmándolo con la ira y al horror en sus vertientes más sanguinarias sobre todo un pueblo.

Cuando uno está aplicando terapia floral con las Flores de Bach®, uno se da cuenta de que, desgraciadamente, el mundo está lleno de personas como Abigail.  Da igual que sean hombres o mujeres.  Estamos en una sociedad y en una época que nos hacen vivir tan rápido –estamos enfermos de velocidad- y ser tan exitosos con todo que olvidamos que somos humanos, que podemos errar, que dependemos de otros, nos guste o no nos guste, y que estamos sujetos a un tiempo y a un espacio.  Todo esto nos lleva a tener una baja tolerancia al fracaso, a no permitirnos ningún error, y esto hace que caigamos en el odio hacia nosotros mismos, a destruir nuestra existencia.  Entramos en el desequilibrio emocional y, a corto plazo, físico.

Caemos en las depresiones por habernos desdibujado de la realidad, por no saber en ningún momento quiénes somos.  Lo más probable y fácil es que demos las culpas a los demás:  “Ismael no me quiere, es por ello que soy desgraciada”.  “Soy más bella que Fenena, sin embargo la quiere a ella”.  Discursos como éstos señalan personas muy poco evolucionadas emocionalmente.  Creer que los problemas y las culpas son de los demás es, en base, un discurso infantil. Sería más “emocionalmente equilibrado y ecológico” buscar en nuestro interior por qué no estamos en la misma onda de los que nos rodean. Un discurso infantil, el de Abigail, peligroso ya que sus sentimientos son pecaminosos: odio, envidia, orgullo, lujuria, ira y, en cierta manera, avaricia. 

Ya Evagrio Póntico (s. IV d.C.), el primer monje en elaborar la lista de las pasiones dominantes que sería, después, la base de los llamados pecados capitales, las llama espíritus del mal.  Son los efectos diabólicos del ego.  Y que Ramon Llull (s. XIII d.C.) llamará los “vicios” divinos.  Lo que nos aleja de lo divino.  Y es que lo divino viene representado por la Unidad, el Uno.  Y lo que es humano, también es divino. Debemos de llegar a ser UNO, en su totalidad, en su entereza.

La sociedad actual nos ha enseñado a ser “múltiples”.  Quiero decir que debemos de adoptar posturas dependiendo de las situaciones, debemos de ser actores permanentes en una obra de teatro con múltiples escenarios.  Y no estoy hablando de lo que antes se llamaba “urbanidad”, no estoy hablando de un “savoir faire” y un saber estar, sino que estoy hablando de la hipocresía.  Cuando uno es hipócrita con los demás, también lo es consigo mismo.  Y aquí destruímos el sentido de UNIDAD que nos proponen todas las religiones y todas las corrientes del New Age.  Entramos a la quema y destrucción del templo de Salomón.

Creer tener, o tener en realidad, un estatus socialmente elevado (porque soy más guapo, porque soy más rico, porque soy más inteligente, porque soy más…), a veces sitúa a la gente en una posición aparentemente cómoda, de estar por encima del bien y del mal.  Una posición intocable, casi divina.  Cuando el hado de la vida nos obliga a descender, cuando nos damos cuenta de no tener más esta posición privilegiada, es cuando nos tenemos que ver cara a cara con nosotros mismos.  Nos tenemos que reflejar en el espejo de la vida.  ¡Qué horror!  Y no nos conocemos.

Para no caer en los errores de Abigail, es necesario hacer un punto y aparte en la vida.  Una parada, un tiempo sabático, un “descansar” de vivir.  Lo que nos dará una vida plena y feliz no es la cantidad sinó la calidad.  Y creo que la calidad está en saber exactamente quién es uno mismo, aprender a neutralizar las emociones, tener una inteligencia emocional ecológica.  Debemos de recordar, como señalé en el post anterior Una vez soñamos que éramos extranjeros, que cada día se nos plantea el problema de la “sincronicidad”: los momentos que vivimos dejan huellas perdurables.  

Así, ¿por qué no dejamos huellas positivas en el día a día?  Creo que la “trampa” social está en lo que desde pequeños nos han enseñado:  tener claro lo que uno quiere.  ¡Uf, qué difícil!  ¿No es más fácil tener claro lo que uno NO quiere?  Si yo no quiero odio en mi vida, lo más probable es que no lo siembre.  Si no quiero mal en mi vida, seguramente no voy a hacer mal a nadie.  Empezar con pequeños cambios en la manera de pensar, transmutar mis pensamientos y emociones en hechos realizables, pequeños, en el aquí y en el ahora, creo que es lo más acertado para la pequeña obra de teatro que desarrollamos cada día.  En cambio, es muy difícil saber lo que uno quiere porque a veces, nuestra imaginación, nos deja volar demasiado.  El problema, pues, es cuando nos creemos lo que hemos imaginado y que para nosotros, que todavía no conocemos nuestras limitaciones, puede ser tan duro el hecho de no llegar a ello que se puede convertir en una frustración.  Es la frustración que siente Abigail, la negación de aquello que había imaginado.

Y puesto que en el primer acto de Nabucco se nos plantea un triángulo amoroso y la base del problema es el amor… lanzo una pregunta, que tiene que ver también con el hecho de no hacernos daño a nosotros mismos y a ser UNO en toda su integridad, a no caer en los pecados, a no caer en la frustración:  ¿Por qué hablamos de buscar nuestra media naranja? Yo quiero ser una naranja entera, y buscar otra naranja entera, también.  Así, de esta manera, sacamos más jugo que con una sola naranja, ¿no créeis?  Cuando hablamos de “media naranja”, la sociedad ya nos prohíbe ser UNO, sólo podemos ser medio.  ¡vaya, qué triste!  Ser genuino, ser UNO, ¡está prohibido!  ¡Atentos, pues!